Es difícil explicar, pero al terminar una ultra maratón uno tiene miles de sentimientos juntos: orgullo, cariño, gratitud, felicidad, ilusión, empatía y mil más que se conjugan en una euforia total. El año pasado hice la misma carrera por primera vez con un tiempo de 6h45, este año iba para batir esa marca y reducir el tiempo en al menos 20 minutos, pero no pude, corrí durante 7h12; es decir, 27 minutos más. La ruta fue más complicada, el año anterior estuvo seco y aunque eso significó más calor también se pudo correr más rápido, este año la gran cantidad de lodo hacía que en muchas partes no quede otra que caminar. Siento que corrí lento y sé que estaba en toda la capacidad de al menos igualar la marca del año anterior, así que aquí se unen más sentimientos, frustración, tristeza y ambición. No me maté a correr para no terminar destrozada, tal vez la sicología me jugó sucio pensando que estaba más cansada de lo que realmente estaba, lo que necesito es reconocer y entender sensaciones. Aún tengo cosas por aprender para poder controlar un ritmo que sepa que lo puedo mantener hasta el final y que me permita mejorar mis propias marcas, ahora ya me siento con más experiencia y con la típica pica sana de deportistas porque sé que puedo dar más, mucho más, así que ahora busco la revancha.
El año pasado, al terminar la carrera llena de alegría dije que “vendrán más carreras de 50k, no mañana, ni en un mes, ni en dos, sino poco a poco, para cuidar el cuerpo y para disfrutarlas”. Un año exacto me demoré en volver a inscribirme en una, pero esta vez las sensaciones cambiaron, no les puedo explicar las ganas que tengo de salir nuevamente a correr 50k, mi cuerpo se siente preparado y confío en la efectividad del entrenamiento, ¡gracias coach! Aunque no mejoré mi marca terminé entera, con calambres sí, pero nada que un buen estiramiento no solucione. No me dolía nada, ni después de la carrera, ni al día siguiente, ni dos días después, casi como que hubiera hecho un fondo de entrenamiento con el equipo. Ahí está la diferencia de estar mejor preparada y mi cuerpo lo agradece, nada que me detenga a seguir corriendo.
Fue una carrera mucho más bonita, compañeras de carrera desconocidas con quienes fui conversando siendo testigo del espectacular compañerismo en este deporte. A los 25k me sentí un poco cansada, pero pensé “5k más al siguiente puesto de hidratación y después sólo quedan 10k, la carrera está terminada”. Sí, hice mal las cuentas, no faltaban 10 sino 20 kilómetros, así que a partir del 30 empecé a sufrir un poco, por momentos quise renunciar y quedarme ahí y esperar a que vayan a rescatarme, pero sabía que podía dar más y que no iba a soportar la frustración de haberme retirado. Llegué al puesto de hidratación del 40k y los voluntarios eran motivadores expertos, un poco de música y una actitud de lujo para inyectar energía hizo que termináramos bailando y olvidarnos del cansancio para continuar. Dos minutos de salsa en medio de una carrera de trail; mis dos hobbies y pasiones juntas por un momento para no poder describir la felicidad que sentí y poder gozar los últimos 10k, chapoteando bajo la lluvia y disfrutando cada paso hasta cruzar la meta con una sonrisa que sólo yo sé, respondía a sentimientos de satisfacción y gratitud.
Nos vemos en la siguiente carrera!